El pasado fin de semana aprovechamos el «puente» del May Day para darnos una vuelta por Irlanda del Norte, que prácticamente era la única parte de la isla que nos quedaba por visitar 🙂 , así que quedamos el sábado muy temprano con María y Miguel para recoger el coche de alquiler e huir lo más rápidamente posible de Dublín.
La primera parada fue en Belfast, recorrimos la parte antigua de la ciudad, que tenía su encanto pese a ser bastante pequeña (o puede que sea por eso).

Como se acercaba el mediodía decidimos ir a comer y nos topamos con una manifestación, que suponemos era por el día del trabajador. Curiosa manifestación, en lugar de ir todos detrás de una pancarta bajo un determinado lema, había como varios grupos, cada uno con su estandarte y con una o varias pancartas explicando la causa por la que se manifestaban. Además, había varias orquestas amenizando la marcha.
Después de ponernos como el tenazas comiendo, salimos de Belfast dirección oeste (creo, porque nos perdimos un poco y no sé cuánta vuelta dimos, eso sí, pasamos por Shankill y vimos algunos murales, aunque no tuvimos tiempo de pararnos a hacer fotos).
Llegamos al B&B por la tarde, soltamos las maletas y para la ruta de la Calzada del Gigante se ha dicho! Primero intentamos ir a ver el Carrick-a-Rede Rope Bridge, pero cuando llegamos ya estaba cerrado, así que volvimos hacia la atracción principal de la zona, la Calzada de los Gigantes:

Allí hicimos como tres mil fotos y nos encontramos con otros spaniards, si es que ya no sé dónde tendremos que ir la próxima vez para librarnos de ellos 😉
Al final, nos cansamos un poco del viento (hacía un sol estupendo, pero el viento se las traía, y si no preguntadle a Rocío) y decidimos retomar la ruta y tratar de ver otros puntos interesantes, aunque al final acabamos en Portrush cenando y a dormir.
Al día siguiente comenzamos decidos, esta vez sí, a cruzar el famoso puente. Así que fue el primer sitio hacia donde nos dirigimos, aprovechando que no hacía viento. La pena fue que llovía a ratos, con lo cual nos mojamos bastante, pero valió la pena la experiencia porque las vistas eran espectaculares.

Por suerte, poco después el cielo se despejó y salió un sol radiante que nos acompañó el resto del día. Qué mejor forma de aprovechar un día soleado que pasearse por un parque nacional? Dicho y hecho, fuimos al parque de Glenariff, cargamos el trípode a la espalda y a caminar por una de sus rutas escénicas, la cual nos tenía que llevar a una serie de saltos de agua, a lo largo de sus 2,9 km (aunque bea y sus pies molidos tienen la teoría de que fueron más de eso 🙂 ).

Después, pese al cansancio y no estando dispuestos a rendirnos tan temprano, nos fuimos hacia a la otra punta de la ruta, a ver el tempo de Mussenden, lo que acabó siendo otro pedazo de pateada, así estamos hoy, machacados.

El último día, como el cansancio apretaba decidimos ir de tranquis, y comenzar viendo la destilería de Bushmills (un guisquito a las 10 de la mañana?). Un poco decepcionante, la verdad, no explicaron mucha cosa y lo que explicaron no le pusieron demasiado entusiasmo, no sé si porque era muy pronto o porque era día festivo, pero vamos, que hemos hecho visitas a destilerías varias mucho mejor explicadas.
Luego comenzamos el regreso, parando sólo en Ballymena para comer, una ciudad bastante animada para ser un día festivo (el resto de sitios por los que habíamos pasado estaban muertos, básicamente).
Así que, como os podéis imaginar, al llegar a casa lo único que tuvimos fuerzas para hacer fue tirarnos en el sofá y ver la tele. Aún así ha merecido la pena totalmente, nos lo hemos pasado muy bien y el tiempo ha acompañado (hasta me he puesto un poco moreno).