Algo hay incubándose en el aire en este calor veraniego, una pasa que se me ha pegado. Hace un par de semanas que me armé de valor, me he acerqué a la oficina y lancé…
¡Dime adiós que me voy! – y me he quedado tan ancha.
Que quede claro, no estoy a disgusto, con la gente me llevo muy bien, no me pagan mal, tengo horario hiper-flexible, no trabajo mucho y la empresa está creciendo como nunca, contratando gente y sacando nuevos proyectos al mercado.
Pero no soy feliz.
Desde que estoy en esta empresa, 6.5 años, nunca me ha costado venir a trabajar, ni siquiera al final de las vacaciones. Me sabía mal no estar de vacaciones, pero no era un suplicio venir a la oficina. Era como volver a casa.
Hace tiempo que venir a trabajar se me está haciendo cuesta arriba, y eso no es normal. Antes que las cosas fueran a peor y me fuera de un día para otro he decidido hacer las cosas bien y dar el preaviso (el notice). Dejo la puerta abierta por si quiero volver, y tendré buenas referencias si vuelvo a trabajar en IT.
Unas de las cosas que siempre me sorprenderá agradablemente, es como se toman las cosas por aquí. Mis compañeros y jefes lo han entendido perfectamente, que si necesito tiempo me lo tome y si quiero volver avise, y si decido cambiar de rumbo completamente me desean lo mejor. Nada que ver con lo que tuve que oir cuando me vine a Irlanda, aquello de… ¡¡piénsatelo bien!! ¡¡que estás cometiendo el error de tu vida!! mira que como está el patio tendrías que dar gracias de tener trabajo, que ¡dónde vas tú a tu edad! y un largo etcétera.
De momento, hoy es mi último día, me voy de vacaciones y ya no vuelvo. Estaré un tiempo haciendo nada (al menos nada útil) y después ya veremos. Algo tendré que inventarme, porque en casa no aguanto mucho.
He visto que no soy la única, y me siento identificada con muchas de las cosas que comentan por aquí. Me quedo con una frase:
Tal vez vuelva mañana a mi carrera. Tal vez vuelva nunca. Tan solo sé que no quiero trabajar más. – Raúl Quirós Molina
Lo dicho, hay una pasa.