Por fin llegó el momento de dejar atrás el mono de trabajo, el paraguas y las obligaciones diarias, y ponernos las bermudas, las gafas de sol y la sonrisa permanente (incluso cuando el camarero del típico chiringo te trae una cuenta de 30$ por un par de cosmopolitans, suponiendo que supiera qué narices lleva el cocktail ése y que me decidiera a pedirlo en un típico chiringo playero; que aunque lleve tiempo en Irlanda aún sé reconocer dónde me van a timar). Aaah, pero estando de vacaciones todo es maravilloso: los atascos se convierten en agradables paseos, las colas en una oportunidad más para ponerse moreno y toda piedra susceptible de ser antigua se convierte en objeto fotografiable con el que luego dar la paliza a los amigos en la habitual sesión de «¿vosotros habéis visto las fotos de nuestras vacaciones? Ahora después de cenar las vemos en un momento, sólo son unas novecientas».

Y porqué no, al fin y al cabo hemos trabajado duro 8 meses y medio (es la última vez que dejamos las vacas para tan tarde, se nos ha hecho el año larguíiiiisimo) para disfrutar de unas vacaciones estupendas y dar envidia a los conocidos a la vuelta (así se disfrutan dos veces 😀 ).

El lector habitual se preguntará que dónde nos vamos, pues he soltado una pista en el primer párrafo, pero para que quede más claro os dejo una en forma gráfica (en realidad sólo es una excusa para dar envidia a todos aquellos que ya habéis finalizado vuestro descanso anual y pensáis que la cuesta hasta navidad se va a hacer laaaaaarga) de uno de los hoteles donde vamos a estar:

Todo este rollo para decir que estaremos un par de semanas sin escribir nada (a no ser que consiga una conexión a internet de gorra en algún hotel), incontinencia verbal le llaman en mi pueblo.